Oración a la Divina Providencia

En este artículo encontrarás tu Oración Diaria a la Divina Providencia, para que la dediques con fe, pensando en el sagrado plan que se ha diseñado para ti y los tuyos, ya que nada sucede por casualidad, todo es designio del Supremo y la realización de cada uno. ¡Elige la oración que más se adapte a tus necesidades!
Elige tu oración a la Divina Providencia
Creo de manera firme todo cuanto te has dignado darme a conocer por medio de las Sagradas Escrituras y de tu santa Iglesia, por el hecho de que así lo has dicho; y estoy presto a dar mi vida mil veces por esta fe.
Pongo toda mi esperanza en Ti. Cualquier bien que pueda tener, ya sea espiritual o temporal, ya sea en esta vida o en la otra, lo espero de Ti, por los méritos de Jesucristo, ¡oh Dios, mi vida y mi única esperanza!
Te amo, Bondad Infinita, con todo el cariño de mi corazón y de mi alma, porque Tú mereces mi amor. Quisiera saber quererte como te aman los ángeles, los santurrones y los hombres justos. Uno mi amor imperfecto al que todos los Beatos, María Santísima y Jesucristo, te llevan.
Dios mío, porque eres el bien supremo, infinitamente digno de ser amado y servido, me arrepiento y me arrepiento de todos mis pecados, detestándolos en la medida de lo posible por encima de cualquier otro mal. Resuelvo para el futuro antes fallecer que consentir en nada que pueda causarte el menor disgusto.
Te ofrezco ahora y para siempre mi cuerpo, mi alma y mis sentidos y facultades, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad. Haz conmigo, Señor, y con todo lo que me pertenece, lo que te plazca. Dame tu amor y tu constancia final, y concédeme que en todas y cada una de las tentaciones pueda siempre y en toda circunstancia recurrir a Ti.
Resuelvo emplearme por entero en las cosas que te agradan, estando dispuesto a sufrir cualquier dolor y trabajo para complacerte, diciendo siempre, ¡Señor, que se haga tu voluntad!
Deseo que todos Te sirvan y te amen. Con mucho gusto pasaría mi tiempo persuadiendo a toda la humanidad a querer y honrar a Tu Majestad.
Ofrezco a Vuestra Majestad todas las obras que voy a hacer, empapándolas en la sangre de Jesús, mi Salvador.
Me propongo ganar todas y cada una de las indulgencias que pueda en mis acciones en este día, y aplicarlas en forma de sufragio a las Ánimas del Purgatorio.
Te confío todas las Ánimas del Purgatorio, como asimismo todos los pecadores; ilumina y fortalece a estas desdichadas criaturas, para que te conozcan y te amen.
Me regocijo en extremo de que Tu felicidad sea infinita, y nunca va a tener fin.
Te agradezco todas y cada una de las gracias y beneficios que has concedido a toda la humanidad, pero especialmente a mí, que he sido más desagradecido que el resto.
Amado Jesús mío, me refugio en Tus sagradas Llagas: allí defiéndeme hoy y siempre, de todas y cada una de las tentaciones, hasta el momento en que me concedas verte y amarte eternamente en el Paraíso. Amén.
Señor Dios, oramos a fin de que nos proveas nuestras necesidades cada día a fin de que podamos cumplir con las tareas que nos has asignado. Oramos por Tu providencia Amado Dios, porque Tú nos has dicho que todo cuanto pidamos en Tu Nombre lo obtendremos, todo lo que busquemos lo encontraremos y cualquier puerta a la que llamemos se nos abrirá.
Señor Dios, Tú eres nuestro proveedor y nuestro protector. Protégenos de las tentaciones del maligno, que puede engañarnos para buscar nuestras necesidades en otra parte y no en Ti.
Que nuestra esperanza, confianza, fe y providencia sean solo de Ti porque eres el creador del Cielo y la Tierra y el dueño de todo lo que allá existe.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo , como era en el principio, ahora y siempre y en toda circunstancia, por los siglos de los siglos. Amén
Oraciones milagrosas a la Divina Providencia
Te alabo no solo como el Autor de todas las cosas sino más bien también como el Sustentador. Sostienes, diriges y gobiernas todas y cada una de las criaturas, acciones y objetos, desde los más grandes hasta los más pequeños. Nada escapa a su mando soberano, ni la institución o el gobernante más poderoso que se pueda imaginar, ni la mota menos esencial aguardando su momento. Tú sustentas todas y cada una de las cosas con tu poderosa palabra
Confieso que estoy demasiado dispuesto a quejarme de tu providencia. De hecho, me quejo, a veces internamente, en ocasiones externamente. Me quejo del hogar, la salud y las dificultades. Pienso y hablo como si no obraras todas las cosas para mi bien, tal y como si te hubieras olvidado de mí. Al contrario, ¡soy quien se ha olvidado de ti! Olvidé quién eres tú y quién soy yo. Te escucho preguntarle a Job: “¿Quién es éste que oscurece el consejo con palabras sin conocimiento?” . ¡Ese soy yo!
Mis quejas ignorantes son como consejos oscuros, palabras sin conocimiento. Perdóname por pensar que sé mejor que de qué forma manejar el mundo y de qué forma redimirlo. No, yo no estaba allí cuando “estableciste los cimientos de la tierra” ni cuando “determinaste sus medidas y extendiste sobre ella cordel”. Qué gran abismo hay entre mí, la criatura, y , el Creador. Cuando tenga la tentación de lamentarme, ayúdame con tu Espíritu a permanecer en silencio frente a ti.
Por favor, prosigue recordándome mi falta de comprensión ante ti. No he entrado en los depósitos de la nieve ni he visto los depósitos del granizo. Tú tienes. Y le das al caballo su fuerza y vistes su cuello con una crin. Lo haces saltar como la langosta, y lo aterrorizas con su majestuoso resoplido. Por tu entendimiento el gavilán se remonta y extiende sus alas hacia el sur. A tu orden, el águila sube y hace su nido en lo alto. Eres el Dios de toda sabiduría, y tu sabiduría se extiende a tu providencia.
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